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viernes, 21 de noviembre de 2014

Simón era parado y joven.

Sueña, hijo, sueña. ¿No ves como las aves del cielo vuelan sin empleo, apenas salido el sol? Mira el cielo, a las nubes, al sol y al viento, que no hay cosa más grande que vivir admirando, tan singular y natural universo. 
Padre que soy mayor, siempre tuve al cielo, sol y viento,  sonriéndome y ahora no. No sabes bien lo que sueño, padre cada noche que mal duermo, sueño por una sonrisa apenas salido el astro. Me despierto y leo, brindis al sol que amanece para mí, en largos días sin fin. 
Comprendo hijo, te entiendo, sé que no naciste para  todo el día mirarlo. Naciste para alumbrar cielo de día... y de noche, ser antorcha de amor eterno y vida. Tranquilo que en dos días, esto será pasado y tus tenues sonrisas, con ganas las he de ver.
Era Simón en el pueblo, el hijo del enterrador, el único que en el pueblo había. Listo y espabilado, lo que cualquier padre, más querría. 




Apenas diecisiete años, aquel hijo de pobre, coleccionaba dieses y sobresalientes en universidad y master. El sol seguía alumbrando, aunque el camino de sus rayos ya no eran directos, ni había verano....El otoño de ocres rojizos y verdes amarillentos, se les veía como mal presagio, más pálidos que entonces, más enfermos que vivos. 
Una entrevista y hubo empleo, una corta jornada y a Simón otra vez se le hizo, el sol invierno. Uno, dos, tres mil empleos. Uno, dos, tres mil inviernos. ¡Hasta la nieve, caer cuando lo hacía, perdió su gracia! Uno, dos, tres millones mirando los lunes al sol....A la cola de una oficina, llamada empleo. Calla, hombre, calla que brotes verdes ya se ven, y aún no ha llegado la primavera. 



Así transcurría la historia de los días sin pasado ni futuro, en un presente infinito...devorando horas, vidas sin sentido, amenazando el futuro de todos los simones de un pueblo sin remedio.
Sí. Callo, no me hables de optimismo, ni nombres más los brotes verdes, que no te oímos. Somos dignos, padres e hijos dignos, sin necesidad de discursos, que el poco pan que resta será mejor repartido que lo que vos ofrecéis cada lunes en una eterna cola de fingidas ilusiones. No te voy a medrar. Vive con esa tarjeta que tanto te atrae. Nuestra hambre con el pan que nos queda, es mejor que tu alma negra, encenagada de miseria.
Sé firme hijo, este viento del mal que estos días huracana, ya amaina. Sueña. Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, con sus alas tocaran tu cristal, llamándote para jugar. Abre tus ventanas y una miga de ese poco pan que nos queda, mojada en tu saliva, ponla en tus palmas y déjalas picar. 
Este simón por hijo, son todos mis hijos que como en la copla murieron, esta vez de pena, pálidos por la sombra de un sol, de tantos lunes sin luz. Siendo el padre el único enterrador del pueblo, una tarde de vuelta al cementerio a su propio corazón hubo de enterrar, con paladas de lágrimas en la tierra. 



Este padre roto, estos hijos vida de tu vida, tanta ilusión esparcida en el arroyo del rico y avaricioso, reclama cielo y dios que siembre justicia para que ellos, a las golondrinas un día al menos, vean sus nidos en sus balcones colgar. 
Sueña, hijo, sueña. Que mañana lunes, anuncia el tiempo que habrá sol,  el que calienta y da energía y te devolverá tu franca sonrisa, por más que hayas estado en el archiprielago de Gulag.
Que seáis felices hermanos, hasta la próxima semana.

La nota de humor:

lunes, 17 de noviembre de 2014

Yo soy libre como el mar.

Libertad... ¿Libertad para qué? Dijo un importante personaje del siglo pasado. No lo conocí, ni sé si lo dijo, yo aún no había venido y cuando nací tampoco me hablaron de libertad. Ni entonces, ni nunca. Hay cosas que se aprenden solas  a eso de ser adolescente, luego joven y rebelde como todos. En España por entonces, todo aparentemente quieto, se agitaba como garbanzos en la olla, cuando hierven. Todo me parecía injusto, y todos me decían, calla chaval. Que me dijeran calla, supe que la libertad era,  no me da la gana de callar. ¿Qué digo, en qué ofendo, es que no es verdad todo lo que estoy diciendo? Luego supe que aquel personaje hablaba de llenar el estómago antes, para que llegara tu verdadera libertad, lo entendí y lo sigo entendiendo. No hay libertad con hambre, el que tiene hambre es sumiso por pura necesidad. Esto que entiendo, ahora de mayor no comparto y afirmo que en mi hambre mando yo. Reclamo mi libertad, que no es más que mía, para gritar si puedo; elegir la hora de dar cuenta sobre mí, a buitres y carroñeros, que desde hace rato, sobrevuelan sobre este cuerpo, creyéndose libres siendo solo esclavos de su fuerza. No soy de nadie, solo mío. Libre nací y libre quiero morir. No hay esclavitud, hay sumisión a la fuerza. Podrás recortar mis alas, podrás retenerme entre rejas, pero no habrás doblegado mi voluntad de a tu menor descuido...dotarme de alas y volar.



Aunque aprendí necesidad antes que el padre nuestro, ésta no era extrema, aunque suficiente para saber que tener una peseta, milagro era. Dictadura la hubo por mucho tiempo, sumisos parecíamos, cuando solo ganábamos tiempo. Ahora hay libertad, me siento libre, nadie me dice calla y sin embargo la sensación que me embarga es vivir como un gorrión en su jaula. Miro a mi alrededor, pregunto, hablo, escribo y leo con esa sensación de que algo o alguien frena mis alas o han puesto plomo en mis pies.



Debates hay entre libres en este pueblo, que camina hacia un seguro abismo a vueltas con la necesidad de muchos y la abundancia de pocos. No soy pobre, más me veo otra vez como el gorrión en su jaula. Nadie me tapa la boca, empero se me ha vuelto torpe cuando no digo en el debate, basta, cuando escucho, calla, hombre, calla.... Si hablas la abundancia, se marchará a otra parte; resigna tu voz y medra, mientras haya migas a las puertas de palacio, a la salida de la iglesia, sirviendo a un nuevo señor. Libertad controlada, libertad vigilada. Lo saben todo de mí. Esto es volver a la jaula: Sutil sumisión, antesala de otra travesía en el desierto...para después que algún poderoso escriba ¿Libertad para qué? ...No me repitas más la frase, que en su trampa, millones de almas estercolan estepas silenciosas y espectráles. No me niegues la utopía, pensaré que solo buscas tu progreso, cuando es hora de comenzar la resistencia para salvaguardar las alas que vuelan, remontando estepa y montaña, hasta reencontrarse en un nuevo horizonte de libertad donde palpiten nuevas realidades. 


Esta realidad dibujada en cestos de manzanas que huelen, es un cuadro triste que me presto a llevar, viento al fresco. Comenzar a pintar otro lienzo con frutas nacidas en primavera para que vista, la pared ahora vacía y modesta, sin embargo limpia, perfumada con la fragancia renovada e ilusionante, que desprende la utopía. Ésa que presta ayuda del mejor, al peor hombre, levantándolo de una sumisión forzada por alguna de esas frutas podridas. 
Apuesta en libertad, que has de saber y poner música a esta letra:
Libre
Como el sol cuando amanece,
Yo soy libre como el mar,
Libre
Como el ave que escapó de su prisión
Y puede al fin volar.
Hasta la próxima entrada, que seáis felices hermanos.

La nota de humor:



martes, 11 de noviembre de 2014

Los fantasmas del silencio.

Sorprendido por tu calor escribo, porque estás. Noto desasosiego repentino, mientras lees y yo escribo. No te recuerdo pero intuyo, sin alma tal vez, algún día furtivos los dos, hijos del mismo destino.
Qué destino, si soy hijo de luz, luna y viento. ¿Qué desafuero es esto, que me impulsa este camino, buscando no sé qué, cuando debiera estar dormido? Escribo es cierto, siempre sin testigos. Acompañado de soledad compartida con silencio sin ruido. Mi alma y yo a solas, los dos, como amigos. ¿Cómo sabes qué escribo, cómo lees si te siento, cuando dibujo letras con sentido? No conozco alma, alegría ni pena, que no sea más que un retiro compartido,  oasis en el desierto. 
Soledad, el nombre que yo únicamente conozco, de dónde vienes, dónde estás, por qué reclamas esbozar palabras, sin apenas percibirte, más que un repentino soplo, desasosiego, mientras lees y yo escribo.


No esperaba este destino, pintando canas, jugando con el sueño de lo que no tuve. Ahora te apareces en forma de versos, palabras y más unos, aura de versos, complacido por unas letras que cada noche, cuando debiera estar dormido, escribo. Leo fantasmas divinos, Larrú los narra, pero ni tú ni ellos, sois los suyos. Si acaso, desasosiego. No lo eres, dime quién, para dormir tranquilo, que despierte y vea al alba la luz colarse por mi ventana.
De días, hojas caídas pisadas, viento salpicando la llovizna en cara, colores entre rojizos y verdes ocres, se viene este otoño recién caído. Rojo lo entiendo, verde ocre si no lo viese mientras ando, diría que lo han cambiado, no recuerdo esa tonalidad que me turba, pisándolas con vergüenza, pensando como muere la hoja. Cómo del árbol escapa.
Este otoño que sin avisar me sorprende, aún sin cubrir  mi desnudez, antes de la larga noche, que viene de camino. Faltaban los fantasmas, que no creo seas tú, cuando peinando canas, insistes en hacer triángulos, cuando he sido solo de dos lados, de ella y el mío.


Si fantasma eres, olvídame, no estoy para ti, ni tengo miedo. Muere si vives. Ni sobresaltos, ni engaños, noche, día, luz y luna para qué más sutiles apariencias. Solo es cierto el alba y el ocaso. Mejor escribir con música solemne, acordes breves, arpegios elegantes, soliloquios amables, más que seguir notando, desasosiegos furtivos de un día, que tal vez ya no recuerdo. Breves pensamientos que se van como vienen, porque sigo escribiendo arrastrado por la noche presumo que me lees, para que yo siga escribiendo.


Oh si fueras Universo, inspiración cósmica que todo puedes, compartir entonces quisiera, con cada uno que en cualquier momento leyera, letras venidas de él, siempre eternas, escritas al unísono, ciertas, sentidas de paz y de amor unidas, escritas por la mano del tiempo. Que no es tiempo lo que falta ni sobra, sino ser el tiempo. Compongo palabras que hablan, mudas se sienten y cruzan  como destellos fugaces, sin saber si soy quien las dibuja o las dirige el viento.
Ahora pienso que mis fantasmas o quién inspire mi verbo no es divino, que me sostengo de la vida sintiendo hambre, sed y necesidad de poder ser sin serlo, si me dejas, contigo. Que sobran milagros y dioses, faltan hombres con pensamiento.  Quién  quieras que seas, no eres de orden divino, eres el aura de un pensamiento que cuando escribo yo, escucho, observo, percibo, siento, ni tú ni yo, sino el universo que se avergüenza de haber creado tanto dislate y con esta letra me inspira escribir…. vade retro… Que ni a Pepe, Mayte, Amílcar  o a José nos gusta y el cosmos sin voz nos susurra, otros versos. Tú también eres Pepe, José, Amílcar o Mayte. Siente desasosiego si te gustan colores que no has encontrado aún en tu paleta, invéntalos, el hombre te espera, la esperanza también.


Que seáis felices hermanos, hasta la próxima entrada.

La nota de humor:





martes, 4 de noviembre de 2014

Juegos del hambre.

Aquellas pequeñas cosas con las que jugábamos,  ahora me devoran el recuerdo como gigantes molinos de viento. Alguien las cambió de sitio, o las han tirado. Aquel alambre espino, retorcido con la mano, nos parecieron soldados por un rato, tú los tuyos y yo los de mi bando. Les dábamos el soplo de la vida, les poníamos relato y peleaban asidos entre nuestros dedos los supuestos soldados, en una imaginada batalla, sin muertos ni heridos. Así eran nuestras guerras...de mentirijilla, terminadas entre los dos reídas, con dos ganadores, contentos ambos, sin decir, has hecho fullerías. 
Aquella tabla encontrada, un martillo, cuatro puntillas, un poco de nogalina y agua, listo un barco para echarlo en el arroyo, simulando un barco de carga. Hasta quisiste poner tu pie encima para darte cuenta que se hundía como los de verdad, los que en el cine habiamos visto. Entonces  reía yo, por haber naufragado tú, viendo tus sandalias y tus pies, hundidas en medio del arroyo.


Antes de media tarde, íbamos a tu casa; cogido tu pan y aceite, pasábamos por la mía a coger  el mío. Merendados, limpias nuestras bocas con el dorso de la mano, tocaba, sacar a las ovejas al campo. Al vernos juntos en el corral, remoloneaban inquietas  arremolinandose en círculo de pocas ganas. Sabían que las arrearíamos, ellas siempre tan tranquilas paciendo las hierbas del camino. Vaya, que corrían con una vareta fina, atizando sus patas para que fueran las primeras en llegar, las suyas o las mías. Allí descansaban y comían. Mientras, canto en mano,  nos poníamos a la par para lanzarlo y salir corriendo, a ver quién de nosotros mandó el canto más lejos, cuál de los dos llegaba  primero. Rivalidad entre risas con el perro, que por ser pequeño, siempre nos seguía y perdía el reto. Dumbo se aburría vigilando las ovejas y prefería seguirnos el juego.


No tuvo gracia el día que me tiró el burro, menos al verte cómo tú te desternillabas de risa. Había sido una carrera que yo habría ganado de no haberse espantado Lucero, por algo que imaginó raro entre la hierba. Menudo porrazo, el brazo desollado, yo cabreado con el burro y tú   riéndote. Ese día mi madre estaba para salir corriendo, al llegar para que me curara, reñía a gritos a mi hermana, por no salirle bien el dibujo del encaje de bolillos. Nuestras mofas encima, sumaron la rabieta de mi hermana que tiró los bolillos,  salió huyendo sin saber si por nuestras risas, la histeria de mi madre o los bolillos, que tanto odiaba.
Morgui, mi gata siempre tan lenta. Mi madre dice que ya es muy vieja, tumbada junto al fogón miraba curiosa sin mover una pata, más que relamerse con su lengua un largo bigote de pocos pelos, finos y blancos. Si la querías levantar, un poco de tocino le ponía a su alcance. Se levantaba, me lo quitaba cuando yo quería y vuelta a recostarse ahora para chupar semejante manjar.
La escuela también era un juego. Don Gregorio ya era viejo o nos lo parecía. La pizarra llena de cuentas y varias hojas del libro para copiar en la libreta haciendo un dibujo, había para pasar dos horas, mientras él daba alguna cabezada sobre la mesa. Unos hacíamos las cuentas y copiábamos en la libreta, otros se intercambiaban canicas por cromos, cromos por cromos, mientras otros sacaban de sus bolsillos, el colorín chiquitín para darle migajas de pan mojado en saliva, para sacarlo adelante.


Aquellas pequeñas cosas, aquellos juegos sin cosas, hicieron una vida que ahora se me aparecen como gigantes molinos de viento. Alguien las cambió de sitio. O las han tirado. Entre aquellas pequeñas cosas, me sentía seguro, en aquellos juegos, todo tenía sentido. Hoy me pregunto entre tanta cosa y tan poco juego, qué tiene sentido. Ayer veía molinos de viento, hoy son gigantes que me asustan en un mundo de poca fantasía y mucho palique vacío. 
Si aprendí no fue por copiar el libro ni hacer un dibujo.  Aprendí viendo como el maestro cansado por comer poco, se dormía. Aprendimos por que tenías un amigo...porque algo, cuando no hay nada, es mucho. Porque un alambre, lo doblabas e inventabas lo que tú querías. Aprendimos porque las ovejas cada día tenían que comer, porque el perro no se aburriera y  Morgui reposara si es que era vieja, como mi madre decía.
La vida se hace de pequeñas cosas, mucha ilusión y sin miedo a caerte del burro. La vida es un juego, si quieres jugar conmigo. Antes que anclarme entre la soledad y el miedo, seguro que nos inventaremos un juego.
Hasta la próxima entrada hermanos.  Sed felices.

La nota de humor: 



 

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