A pesar de todo quiero seguir escribiendo.
Aunque el recuerdo más reciente me haya sumergido de nuevo en la desconfianza y
el miedo, a la tentación otra vez de salir huyendo, cuando creía alcanzar la
recta final, en el largo camino de la verdad.
A tientas, en esta espesa oscuridad de un
día que se hizo noche de lento amanecer, garabateo palabras inseguras, dudando
si la verdad que quieren expresar es solo un invento mío, o solo la
interpretación que yo me hago. Las palabras tienen su intimidad, estoy seguro.
Tienen duende y alma. La duda es ¿Cuándo he sido yo íntimo, he tenido duende,
cuándo alma?, si ahora vuelvo a ser un descreído.
A pesar de todo estoy escribiendo,
instalándome en el recuerdo de un futuro sin memoria, sin vistas atrás, sin
sobresaltos de la pesadilla sudorosa que con angustia despierta mi noche. Hay
tiempos pasados que se sobreponen al tiempo, para ser ayer como hoy, tal vez
como mañana, ese cuerpo alado, negro, de cuello blanco que persigue a este
niño, que intenta escapar sin que mis piernas alcancen a tomar distancia que no
sea la de despertar agitado, en un irrefrenable grito.
He traspasado la barrera del tiempo así
que, como decía ayer, cuando escribía pensamientos, se han ido hilvanando otros,
conociendo como la gente retuerce la verdad, su vulnerabilidad, las máscaras
que cada cual luce presentándose por el mundo. Teatro adivino, nuestras vidas
son puro teatro, a veces comedia, otras como en este túnel del tiempo en el que
quedé atrapado ayer, tragedia os lo aseguro, cuando pese al túnel, tú te
sientes vivo aunque bloqueado. En este estado catatónico, sin salir de tu
sorpresa, luego de recuperarte, sonámbulo y estrambótico, terminas reaccionando
y consigues el equilibrio mínimo de volver a verte a ti mismo y reconocerte. Me
odié, me negué....Esa huida hacia ningún sitio, porque no hay sitio para una
sombra de un hombre que se tambalea en la duda de su propia existencia.
El agujero negro del tiempo, ese tiempo
ausente viviendo en él, te deja huella. Seguramente la de la vida misma, amor,
odio, amistad, contradicción, cobardía, miedo, ausencia y presencia.
Inteligencia, torpeza, fragilidad, dureza y vísceras. ¡Todo en un solo ser, que
tan inocuo parecía! Así me he visto, así he visto al hombre desde la
relatividad de las palabras, del blog, de tu efímera existencia.
Admito que de esta experiencia, he vuelto
más adulto y menos niño, si lo digo de otra forma, admitiré que menos ingenuo,
desprendido, suelto y resolutivo. Quizás porque no tenga otra ocasión de volver
hacerle un agujero negro al tiempo y éste se habrá perdido.
Y aquí estamos, para quienes gusten
compartir mis chifladuras de un sesentón cada vez menos imaginativo, que no es
que no lo sea, es que he visto que nada es como parece, ni como es, sino
como se interpreta. Yo soy mi interpretación de mí mismo. ¿Tú eres tú?
Bienvenidos a mi mundo loco, a mi mundo
simple, a mi intrascendente mundo. ¿Dos, tres, uno? En realidad escribo para mí
mismo, aunque sueñe con un lector, que sea parecidamente loco, igual de malo
escribiendo, en que necesite escribir para él solo y terminemos leyéndonos y
tejiendo un mismo pedazo de tiempo en este desierto mundo.
Abandonada mi niñez, que no al niño que
llevo dentro, no he dejado muchos detalles de esta gris entrada narrada, ni los
habrá…Los detalles se los lleva el viento y en mi caso todo es, un recuerdo
único del paso por el agujero negro del tiempo.
Que seáis felices hermanos. Hasta la
próxima entrada. Os quiero.
La nota de humor: